sábado, 21 de enero de 2017

Narratario - Lector ideal - Lector

Gerald Prince




     Gerald Prince es el autor que trabajaremos para definir el concepto de narratario, lector ideal y el lector. En principio, el mismo nos indica que toda narración sea oral o escrita presupone no sólo un narrador sino también un narratario, es decir, alguien a quien el narrador dirige sus palabras. 

    Para Prince, el narratario es una criatura ficticia y aunque los críticos muestran muy poco interés por la noción de narratario y la confunden con nociones como la de "receptor", "lector" u otras es necesario establecer que la persona que cuenta y a la cual cuenta dependen más o menos la una de la otra en cualquier narración.

   El narratario, puede no parecerse a un buen número de lectores, por ello el lector no debe ser confundido con el narratario de esa ficción. Uno es real, el otro ficticio y si sucede que el uno se parece al otro será esa una exepción y no la regla.

     Mientras tanto, para un narrador, el lector ideal será aquel que comprendiese perfectamente y aprobase completamente cualquiera de sus palabras y la más sutil de sus intenciones. Por otro lado, para un crítico el lector ideal sería aquel que es capaz de descifrar la infinidad de textos que se superponen en un texto específico. Los narratarios para los que un narrador multiplica las explicaciones y se ve obligado a justificar las diferentes particularidades de su relato, son muy numerosos y no podemos creer que estos constituyan los lectores ideales soñados por un novelista.

El autor, enumera algunas marcas que considera como "señales del narratario" y estas son:

1. Conoce la lengua empleada por el narrador.
2. Está dotado de ua excelente memoria.
3. Ignora todo acerca de los personajes que le son presentados.

     De esta manera, el retrato de un narratario se desprende, ante todo, del relato que le es hecho, las pistas que se dejan en el texto para guiarlo dentro de su lectura. Las señales que pueden describir al narratario son, de igual forma, muy variadas, a través de preguntas, descripción de sus pensamientos, emociones, personajes, lugares, actos, justificación de sus actos, el narrador intenta darle las indicaciones necesarias para la comprensión de los acontecimientos.
 
  Su principal función es ser el intermediario entre el narrador y sus lectores que son, al final, quienes terminarán leyendo o escuchando la historia narrada y que probablemente no comparten mucho de un lector ideal o del narratario.

Cuentos: La valla - Eduardo Liendo

 
Eduardo Liendo, autor venezolano

Desde la tarde que me suspendieron la incomunicación y salí del calabozo para recibir en el patio un poco de sol y de brisa salobre, la valla adquirió su dimensión de reto. Cuando regresé al calabozo ya me había penetrado la obsesión de la fuga. Mi corazón no estaba resignado a soportar la servidumbre del tiempo detenido. Por eso, el reto de la vida tenía la forma de esa cerca metálica, de no más de cinco metros de altura, enclavada en el patio de la prisión. Del otro lado se encontraba la continuidad del tiempo y la promesa de una libertad azarosa y mezquina. Era mi deber intentarlo. Cada vez que salía al patio durante esa hora vespertina, mi intención se fijaba en tratar de precisar cuál podía ser el punto más vulnerable de la valla, según la colocación del guardia (el puma) y el momento más propicio para saltarla. Era una jugada que requería de tres elementos para ser perfecta: ingenio, velocidad y testículos. Para no considerar la acción descabellada, debía descartar también la mala suerte. Por ese motivo escogí, para intentarla, el día más beneficioso de mi calendario: el 17.

Entre mi proposito de fugarme (y seguramente el de otros compañeros que caminaban pensativos por el patio) y su feliz consumación, se interponía la dura y atenta mirada del puma que siempre mantenía la submetralladora sin asegurador. Era un hombre en el que fácilmente se podían apreciar la fiereza y la rapidez de decisión. Por su aspecto físico resultaba un llamativo híbrido racial: una piel parda, curtida por el mucho sol, ojos grises de brillo metálico y el pelo marrón ensortijado.

La única ocasión que me aproximé con temeridad hasta la línea límite, marcada a unos dos metros antes de la valla, se escuchó un seco y amenazador grito del puma: ¡alto! (Supe por otros prisioneros más antiguos, que alguien al intentar saltarla, recibió una ráfaga en las piernas). Después del incidente hice algunos esfuerzos por cordializar con el guardián, tratando, de este modo, de ablandar su atención, pero el puma no permitía el dialogo ni siquiera a distancia. Estaba hecho para ese oficio, sin remordimientos. Lo máximo que obtuve de él, fue que en un día de navidad me lanzara un cigarrillo a los pies desde su puesto.
Durante cinco años, mi plan de fuga se quedó en la audacia de lo imaginado. Por mi buena conducta fui transferido del calabozo a una celda colectiva, hasta que el almanaque puso fin a la espera y obtuve la costosa libertad de forma legal y burocrática. Regresé así a la normalidad calumniada que tanto despreciamos.

De nuevo el tiempo había recuperado su perdido sentido y mis reflejos comenzaron a adaptarse nuevamente a la prisa de la ciudad. La memoria de los días inmóviles se fue desdibujando. Pero una noche, durante un sueño intranquilo, reapareció la valla con su reto. Al principio logré asimilarlo como uno de esos indeseables recuerdos que con mucho empeño logramos finalmente desgrabar. Pero la misma visión comenzó a repetirse cada vez más intensa, hasta transformarse en un signo alarmante que surgía en cualquier situación. Eso me hizo detestar mi suerte: la libertad no era más que una simulación, porque yo había quedado prisionero de la valla y del miedo a saltarla.

Una mañana decidí visitar la prisión y solicité hablar con el puma (Plutarco Contreras, era su nombre). Me recibió cordialmente y hasta mostró agrado cuando le dije que tenía buena readaptación a la nueva vida, que me desempeñaba como vendedor de enciclopedias y estaba a punto de casarme. También a mí me sorprendió favorablemente no encontrar en sus ojos la antigua dureza. Volví a verlo en varias ocasiones y se estableció entre nosotros un relación amistosa. Una vez lo esperé hasta que terminó sus obligaciones, conversamos un rato y yo le ofrecí como regalo un llavero de plata con la cara de un puma. Antes de irme, con recelo le pedí un favor, él estuvo de acuerdo y comprensivo con mi solicitud.

Cuando entramos al patio, su mano descansaba con afecto en mi hombro. Después él se colocó en su sitio habitual de vigilancia, mientras yo (exactamente como lo había pensado durante años) me trepé por la valla metálica y salte hacia el otro lado del tiempo. Al caer, sentí una súbita liberación. Me di vuelta para despedirme, y apenas tuve tiempo de ver la terrible mirada del puma que me apuntaba con el arma.

—Lo siento —dijo antes de disparar— yo también esperé mucho tiempo esta oportunidad.

Cuentos: La muerte viaja a Caballo - Ednodio Quintero


Ednodio Quintero, autor venezolano

Al atardecer, sentado en la silla de cuero de becerro, el abuelo creyó ver una extraña figura, oscura, frágil y alada volando en dirección al sol. Aquel presagio le hizo recordar su propia muerte. Se levantó con calma y entró en la sala. Y con gesto firme, en el que se adivinaba, sin embargo, cierta resignación, descolgó la escopeta.

A horcajadas en un caballo negro, por el estrecho camino paralelo al río, avanzaba la muerte en un frenético y casi ciego galopar. El abuelo, desde su mirador, reconoció la silueta del enemigo. Se atrincheró detrás de la ventana, aprontó el arma y clavó la mirada en el corazón de piedra del verdugo. Bestia y jinete cruzaron la línea imaginaria del patio. Y el abuelo, que había aguardado desde siempre ese momento, disparó. El caballo se paró en seco, y el jinete, con el pecho agujereado, abrió los brazos, se dobló sobre sí mismo y cayó a tierra mordiendo el polvo acumulado en los ladrillos.

La detonación interrumpió nuestras tareas cotidianas, resonó en el viento cubriendo de zozobra nuestros corazones. Salimos al patio y, como si hubiéramos establecido un acuerdo previo, en semicírculo rodeamos al caido. Mi tío se desprendió del grupo, se despojó del sombrero, e inclinado sobre el cuerpo aún caliente de aquel desconocido, lo volteó de cara al cielo. Entonces vimos, alumbrado por los reflejos ceniza del atardecer, el rostro sereno y sin vida del abuelo.

Narrador, Punto de vista y Escritor


Fedosy Santaella



Existe una gran diversidad de narradores en las diferentes historias que nos encontramos, y como bien menciona Fedosy Santaella en el epílogo de la selección de cuentos venezolanos titulada “Cuentos sin palabrotas”, un autor no hace una elección realmente “inocente” del narrador que decide utilizar, al respecto menciona que: 

Detrás del cuento de calidad existe una mano que mueve sus hilos, un gran plan, una estructura milimétrica que hace que funcione a la perfección. Dos herramientas fundamentales para lograr que un cuento alcance las alturas a la que aspira son el narrador y el punto de vista”.

En ese sentido se plantea la primera y más clara característica de la narración: es contada por alguien. “Hay que considerar que, esa voz que narra, no sólo cuenta cosas, sino que también las calla”. Entrando esto, obviamente, dentro de esa planificación y control que necesita el autor del relato. “El narrador y el punto de vista elegido ayudan, precisamente, a que el escritor organice sus datos a lo largo de la historia, que los vaya soltando en la medida en que los necesita.

El punto de vista son los OJOS de la historia; es decir, el narrador ve la historia dependiendo del lugar que ocupe en el mundo narrado. El narrador, por su lado, es la VOZ que cuenta la historia”. Siguiendo esta idea, se plantea la existencia de dos tipos de narradores: el externo y el interno, los cuales, a su vez, tienen diferentes variantes.
El narrador externo
ES el narrador que cuenta la historia desde afuera. Para este narrador se usa la tercera persona (por lo común, la tercera persona del singular). Es una voz que narra pero que no participa en la historia u no tiene existencia concreta, o acaso una existencia débil o referencial (un personaje que dice haber presenciado algo al principio del texto y narra la historia desde la tercera persona). A veces también se disfraza del autor (y al decir se disfraza queremos decir que NO es el autor”.

Para este tipo de narrador se identifica la siguiente clasificación:

• “Narrador omnisciente: es como Dios, lo sabe todo, los pensamientos de los personajes, lo que hacen en su intimidad, lo que va a ocurrir en la historia. Todo lo ve, lo oye y lo sabe. Puede incluso hacer comentarios a lo narrado y hasta emitir juicios”.

• “Narrador identificado con: es un narrador omnisciente parcial, pues sólo conoce y acompaña a uno o varios personajes de la historia; nunca a todos. Es un narrador de conocimiento relativo. Por lo general sólo conoce los pensamientos y sigue al protagonista o a un grupo de personajes (no todos)”.

• “Narrador video: Es el narrador que sólo narra acontecimientos. Ve y oye, nada más. No emite juicios, no conoce los pensamientos de los personajes no comunica acontecimientos futuros. Su punto de vista es como el de una cámara de cine que sigue los pasos de los personajes.”

El narrador interno
El narrador en primera persona está dentro de la historia contada. Puede ser el protagonista, o un testigo, o uno o varios personajes que cuentan desde el “Yo”. Es decir, el narrador interno trabaja desde la primera persona del singular.

Para este tipo de narrador se identifica la siguiente clasificación:

Narrador protagonista: el protagonista cuenta su historia desde la primera persona del singular. Evidentemente, el punto de vista está en este personaje. Este tipo de narrador suele transmitir intimidad, subjetividad, cotidianidad, y en ocasiones cierta frescura. El narrador protagonista no debe ser confundido con el autor, con el “yo” del autor.

Narrador testigo: Otro personaje que no es el protagonista, quizás un personaje secundario o algún otro principal, cuenta la historia del protagonista. Una vez más el punto de vista está centrado en un solo personaje. Este tipo de narrador es ideal para dar un aire de misterio a las historias.

     De igual manera, también es necesario entender que un texto puede estar constituido de varios narradores; a esto se le llama “enfoque narrativo múltiple”. De la misma forma, un texto literario puede estar narrado con la segunda persona del singular “tú”, narrador que puede tomar diferentes perspectivas o encarnar diferentes tipos de narrador: puede ser video, puede identificarse con un personaje o ser un Dios en la historia, también puede ser la voz de una consciencia como una voz acusadora, apelativa, como un juez.

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Resumen del epílogo "Algunas palabras..." de Fedosy Santaella publicado por Alfaguara, libro "Cuentos sin palabrotas. Antología de cuentos venezolanos". Material redactado con fines didácticos.

jueves, 5 de enero de 2017

La naturaleza de la literatura - Jonathan Culler


     Para Jonathan Culler hay 5 aspectos que son naturales dentro de toda obra literaria, esos 5 aspectos funcionan para la identificación de lo que es considerado como literatura y lo que no, por cada sociedad. Son los siguientes:

1. La literatura trae el lenguaje a primer plano:

     Dentro de toda obra literaria hay una organización particular que distingue el lenguaje del utilizado con otros propósitos. La literatura es un lenguaje que trae a primer plano el propio lenguaje: lo "rarifica", nos lo lanza a la cara como diciendo "¡Mírame, soy lenguaje!" . La disposición lingüística pasa a primer término y aparecen imágenes de objetos inusuales, el lenguaje quiere atraer nuestra atención.

2. La literatura integra el lenguaje

     Todos los diversos componentes del texto se encuentran relacionados de modo complejo. Es necesario mirar ante todo la organización del lenguaje.

3. La literatura es ficción:

     La obra literaria es un suceso lingüístico que proyecta un mundo ficticio. Las obras literarias se refieren a personajes ficticios y no históricos. En la ficción, la relación entre loq ue dice el "yo" ficcional y lo que piensa el autor real siempre es materia de debate al igual que los sucesos ficticios y las circunstancias del mundo; sin embargo, el concepto de ficción deja abierta la problemática de sobre qué trata en verdad la obra "ficcional", está sujeta a interpretaciones: el contexto del mensaje es literario.

4. La literatura es un objeto estético:

     Para Immanuel Kant, lo estético es el intento de salvar la distancia entre en mundo material y el espiritual, entre el mundo de las fuerzas y el de conceptos; en ese sentido, una obra literaria es un objeto estético porque conduce al lector a considerar la interrelación de la forma y del contenido. Su finalidad es el de la propia obra de arte: el placer de la creación o el placer ocasionado por la obra, no hay una finalidad externa. Una buena historia se puede explicar porque impacta en el lector o el oyente como algo que "vale la pena".

5. La literatura es una construcción intertextual o autoreflexiva:

     Las obras literarias se crean a partir de otras obras, son posibles gracias a obras anteriores que las integran, repiten, rebaten o transforman, esa noción se conoce con el nombre de "intertextualidad". Una obra existe a través de las relaciones que mantienen con esos textos. De igual manera, se asegura que la literatura es autoreflexiva debido a que los autores persiguen una renovación o avance de la literatura y con ello reflexionan sobre ella por lo que es "autoreflexiva".


Resumen del material de Jonathan Culler - Breve introducción a la teoría literaria.
Material utilizado con fines didácticos.

¿Qué es la literatura? Y ¿qué importa lo que sea? Jonathan Culler

Resumen:

Jonathan Culler


¿Por qué habríamos de preocuparnos de si los textos que leemos son literarios o no?
     No parece que la distinción sea crucial para el método. No se trata de que todos los textos sean de algún modo iguales: alguns se consideran más ricos, más poderosos, ejemplares, revolucionarios o fundamentales, por las razones que sean. Pero ambas obras, las literarias y las no literarias, pueden estudiarse conjuntamente con métodos parejos.

Literalidad fuera de la literatura

    Muchos de los rasgos que con frecuencia se han tenido por literarios resultan ser tambbién fundamentales en discursos y prácticas no literarios.
     La teoría ha insistido en la importancia crucial que en muchos textos no literarios tienen recursos retóricos, como la metáfora; de manera que se ha demostrado cómo puede esta dar forma a un pensamiento no literario, con lo cual, se demuestra la profunda literalidad de esos textos complicando así la separación entre lo literario y lo no literario.

 Entonces...
¿Qué es la literatura?

     La pregunta no reclama una definición sino más bien un análisis lo que lleva a otras interrogantes:

¿qué distingue las obras literarias de las no literarias?
¿qué diferencia la literatura de otras actividades o entretenimientos del ser humano?

     No hay una respuesta verdaderamente válida, las razones están al alcance de todos: Las obras literarias son de todos los tamaños y colores, y la mayoría parece tener más rasgos en común con obras "no literarias" que con obras literarias propiamente dichas. 

    Desde una perspectiva histórica lo que hoy llamamos literatura se ha venido escribiendo desde hace más de veinticinco siglos, pero el sentido actual de la palabra literatura se remonta a poco más allá de 1800.
   Las obras que hoy se estudian como literatura inglesa, española, latina en las escuelas y universidades anteriormente se consideraban sólo ejemplos del uso posible del lenguaje y la retórica.
     El sentido moderno de literatura en Occidente, entendida como un escrito de imaginación, tiene su origen en los teóricos del Romanticismo alemán de la transición de los siglos XVIII y XIX. Pero incluso si nos limitamos a los dos últimos siglos, la categoría de literatura escapa a nuestra definición: ¿acaso muchas de las obras que hoy consideramos literatura y que carecen de rima, metro, escritas en un lenguaje propio de la conversación ordinaria, hubieran cumplido con los requisitos para ser considerados "literatura" en siglos anteriores?
     Uno siente la tentación de abandonar y concluir  que es literatura sólo lo que una determinada sociedad considera como tal; pero, desde luego, una conclusión como esta es completamente insatisfactoria y no resuelve la cuestión sino que la desplaza. En ese sentido, en lugar de preguntarns qué es literatura debemos preguntarnos qué es lo que nos impulsa a nosotros (o miembros de una sociedad) a tratar algo como literatura, quizá la literatura sea como las malas hierbas: plantas que los jardines no quieren que crezcan en "su jardín", lo que lleva de nuevo a la interrogante: ¿qué elementos de nuestra cultura entran en juego cuando tratamos un texto como literatura?

En este punto, entenderemos algunas características que generalmente se toman en cuenta a la hora de enfrentarse a un texto literario:

1. ¿Dónde encontramos el texto?
 2. ¿invita a prestar un tipo de atención? ¿invita a pensar?
3. ¿Se presta un interés especial a las palabras y su relación?
4. ¿Ha superado un proceso de selección?

     Con todo esto, podríamos concluir que la literatura es yb acto de habla o un suceso textual que suscita ciertos tipos de atención. Contrasta con otras clases de actos de habla. En algunos casos, lo que nos lleva a tratar algo como literatura es que lo encontramos en un contexto que lo identifica como tal. A veces el objeto tiene características que lo hacen literario y otras veces es el contexto literario el que motiva la decisión. Que el lenguaje esté estructurado de forma rigurosa no es suficiente para convertir un texto en literario, la literatura bi es un mero marco en el que quepa cualquier forma de lenguaje, no todas las palabras que coloquemos sobre un papel con forma de poema funcionarán como literatura. A su vez, la literatura es más que un uso particular del lenguaje, pues muchas obras no hacen ostentación de esa supuesta diferencia; funcionan de un modo especial porque reciben una atención especial.


Resumen, "Breve introducción a la teoría literaria" de Jonathan Culler. Material tomado con fines didácticos.
Profesora: Yendelki Pérez.